Con más de 950 kilómetros de costa virgen, la península de Cape Cod con su típica forma de brazo curvo, con el codo dobaldo y un puño flexionado que emerge como trompada del sureste del estado de Massachusetts hacia el océano Atlántico, es un paraíso para los amantes de la playa y la escapada de verano estadounidense por excelencia. Su rica historia -fue uno de los primeros lugares de ocio en todo el país-, su vibrante escena artística, el encanto de sus pueblos pequeños, la magia de un medio ambiente poco contaminado y, por supuesto, sus riberas casi perfectas, lo convierten en un destino de fantasía.

Si bien se puede visitar en cualquier época del año, el verano en el hemisferio norte -entre julio y septiembre- es perfecto para aprovechar del clima cálido y sobre todo de sus espectaculares y extensas playas, una joya de la naturaleza. Pero nadie estará solo en Cape Cod durante el verano. Con una población permanente que no supera las 215 mil personas, este paradisíaco lugar puede atraer hasta más de 4 millones de turistas durante todo el año, dos tercios de los cuales irrumpen en sus costas en el período estival. Pero así y todo, a excepción de algunos de los pueblos más populares donde puede haber aglomeraciones de gente, en general existe espacio suficiente para disfrutar y relajarse sin estrés alguno.

En auto, desde Nueva York, el trayecto recorre poco más de 400 kilómetros que, con tráfico normal, se puede cubrir en 4 horas y media. El tránsito vehicular en el Cabo es denso: los días de semana son casi siempre más ligeros que los fines de semana. Los peores horarios para los que llegan son los viernes por la tarde y la noche y, para los que salen, los domingos por la tarde. Si se sale un domingo, es conveniente arrancar muy temprano o bien muy tarde. Para evitar el tráfico más pesado, es mejor circular por la Ruta 6A en lugar de la Ruta 6 hacia cualquiera de los puentes que conectan a la península con el continente.

Llegamos el fin de semana previo al 4 de julio, día de la independencia estadounidense. Y habíamos hecho bien los deberes para saber cómo aprovechar lo mejor de esta hermosa zona costera. Las playas, según lo que pudimos investigar, se dividen en tres categorías según la ubicación: las emplazadas del lado del océano Atlántico, las situadas del lado de la bahía de Cape Cod y las localizadas en el sector del Nantucket Sound. Las playas del océano Atlántico, buena parte de las cuales (65 kilómetros) fueron reconocidas como parque nacional por el presidente John F. Kennedy en 1961, cuentan con las olas más grandes, pero para animarse a un baño en las gélidas aguas del mar, uno debe ser parte oso polar. Brrrr!!!

A la noche, tras comer un asado a lo “gringo” con parrilla a gas, se nos ocurrió que para seguir la tradición americana debíamos ver los típicos fuegos artificiales que alumbran el cielo en cualquier ciudad del país para festejar la fiesta patria. Conducimos hasta la costa y desde la playa alcanzamos a ver el espectáculo vistoso que encendió la noche con luces de colores y el estruendo de los petardos.

Nuestro lugar de elección fue Truro, en el brazo superior del Cabo, casi en la frontera con Provincetown, la ciudad más distante y pintoresca de la península. Este pequeño pueblo rural de poco más de 12 mil habitantes, tiene una geografía larga y estrecha y es un destino muy popular ya que tiene múltiples y variadas playas en la bahía y el océano, varias de las cuales descansan junto a grandes dunas de arena.

Algunas de las playas más bellas de toda la península se encuentran en Truro. Ballston Beach es una de ellas: nos sedujo enseguida con su arena fina y agua de color turquesa. Llaman la atención las dunas doradas que apuntalan a esta playa, donde el conocido artista plástico Edward Hopper (1882-1967),  considerado el pintor realista más destacado de los Estados Unidos del siglo XX, pasó décadas pintando. El fuerte oleaje y los frecuenes bancos de arena la convierten en una playa ideal para practicar surf.

Al día siguiente, también del lado del Atlántico, llegamos a Longnook Beach que se destaca por unos acantilados de dunas altos. Aunque es popular, no es de fácil acceso ya que sólo se puede llegar hasta la playa por un sendero excesivamente empinado (no apto para cardíacos). El pintoresco paisaje se ve realzado por pequeñas olas ideales para el surf o el boogie-boarding y para nadar mar adentro. En una caminata por la playa, es posible toparse con una panorama imprevisto: bañistas desnudos se exhiben al sol sin complejo. Es ilícito por tratarse de un parque nacional aunque las autoridades hacen la vista gorda.

Zambullirse en el el océano, en esta parte de la costa atlántica, no es un acto digno para timoratos. La  amenaza latente de los feroces triburones blancos que frecuentan estas cosas, estimulada por la presencia asidua de sus presas favoritas, las focas, se advierte desde que uno ingresa. “Be shark smart” dice un cartel grande a la entrada de las playas con fotos tiburones mostrando los dientes. La traducción literal en criollo es sea “tiburón inteligente”… y más vale prestar atención porque cualquier encuentro furtivo con una de estas fieras marinas puede terminar de la peor manera. El kit de primeros auxilios para combatir una “hemorragia severa” no sirve de mucho consuelo. Se han registrado varios ataques de tiburones en Cape Cod, el último en 2018 acabó con la vida de un hombre de 26 años, cerca de Truro.

Para salir un poco del nerviosismo que puede generar bañarse en un lugar donde pululan los tiburones, luego de almorzar y descansar del sol ardiente del mediodía, decidimos pasar la tarde en Corn Hill Beach,  larga y algo estrecha, con bonitas vistas de los barcos que entran y salen del puerto de Pamet. Las aguas de esta playa en la bahía son más cálidas y templadas que del lado del océano. La suave pendiente desde la arena hacia el agua hacen de ésta una playa agradable para niños y perfecta para presenciar el atardecer.

Coast Guard Beach, del lado del Atlántico, ofrece unos paisajes espectaculares, con una playa espaciosa, agua clara, casi transparente, en una zona poco frecuentada debido a que tiene estacionamiento limitado para unos pocos vehículos. Para variar, ya por la tarde, y en el área que da a la bahía del Cabo, visitamos Great Hollow Beach donde se puede gozar de la natación, el kayak y largas caminata por la arena blanca.

Pero Cape Cod no se circunscribe sólo a la increíble belleza de sus playas sino que es un lugar con una serie de pueblos con vida y tradición propias. Un lugar que, a diferencia de los Hamptons, en Nueva York, que atrae a las celebridades, o los banqueros que se solazan en Nantucket, cautiva a la intelectualidad bohemia. Las dunas del Cabo han sido la madriguera perfecta de grandes nombres de la literatura y las artes estadounidenses, incluidos Jackson Pollock y Norman Mailer, además de Willem de Kooning, Tennessee Williams y Eugene O’Neill, uno de los primeros en llegar. Luego, al convertirse Hyannisport en el complejo de veraneo del presidente Kennedy, se hizo famoso en todo el mundo.

Hyannis es el centro comercial del Cabo y uno de sus ciudades más grandes. Tiene un museo dedicado a JFK que vale la pena visitar y un puerto deportivo del que zarpan elegantes veleros. Brewster, en el centro geográfico de la península, es pomposa y está colmada de casas de capitanes de barco del siglo XIX. Chatham es un bonito pueblo de pescadores y una parada imperdible debido a que tiene el faro más famoso de Cape Cod.

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